Por Raúl Asís Monforte González
Es un hecho que el cambio climático, nos demos cuenta o no, está afectando cada aspecto de nuestra vida diaria, y lo hace en todo momento, y cada vez con mayor intensidad.
Esta convivencia cotidiana con una amenaza existencial tan grande, que es en lo que se ha convertido ya el cambio climático para toda la humanidad, está generando muy diferentes impactos y en distintas proporciones en las personas que habitamos este hermoso planeta.
Desde hace algunos años, y en sintonía con la plataforma de “The Climate Reality Leadership Corps”, organización fundada por el ex vicepresidente de USA y premio Noble de la Paz, Al Gore, he estado comprometido con comunicar por medio de esta columna, en programas de televisión o radio, o mediante conferencias ante diversas audiencias, explicaciones acerca de las causas, los efectos y las soluciones para enfrentar tan complejo problema.
Pero también he llegado a la conclusión de que es muy difícil entender verdaderamente y a fondo este fenómeno del cambio climático, y lo más importante, enfrentarlo, si no entendemos a las personas, su cultura, motivaciones, entorno, vivencias y en especial las distintas emociones que afloran en ellas con respecto a esta amenaza global, desde sentir culpa, ansiedad, coraje, preocupación, ira, o temor. Para algunas personas, confrontar la realidad y darse cuenta de la encrucijada en la que nos encontramos, puede resultar paralizante, pero a otras la información y los datos inequívocos de la ciencia parecen no hacerles clik y se mantienen indiferentes.
Por fortuna son cada vez más las personas que aceptan la realidad tal cual es, la comprenden a cabalidad, y eso las mueve a comprometerse sin ser presa de la parálisis, la desesperación, la negación o la incredulidad, lo cual es el primer paso para abordar el asunto con efectividad y tener mayor probabilidad de éxito. Ese compromiso muchas veces llega a manifestarse hasta el momento en que asumes que no solamente es un gran problema para la humanidad, sino que es tu problema.
Seguramente has tenido esos momentos en que “te cae el veinte”, en que todo lo que vives cotidianamente lo ves de repente desde otra perspectiva que te obliga a asumir otra postura y nivel de compromiso, y ese momento es repentino, detonado por algo tan simple como una diapositiva que llama tu atención durante una conferencia, o porque súbitamente te ves inmerso en una catástrofe natural, una tormenta por ejemplo, que te golpea fuertemente a la cara y te arrebata sin piedad tus bienes, te arruina un negocio o te causa algún daño severo a ti o a algún ser querido. Y ese evento, simple o catastrófico, se convierte en la pieza que faltaba para completar el rompecabezas y te mueve a la acción.
Y la labor que aguarda a las personas comprometidas no es fácil, ayuda un poco tener un trabajo que de alguna manera se relaciona con el tema, pero también aceptar que los obstáculos y hasta pequeños fracasos son parte del proceso. Conocer y repasar constantemente los escenarios que están por venir puede resultar útil, pero también es una pérdida de tiempo obsesionarse con ellos. No se trata de ser indiferente o ingenuo, pero actuar con firmeza en el presente, es la única manera de tener un mayor impacto en el futuro.
Raúl Asís Monforte González.
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